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¿Cuánto cobrar por un trabajo freelance?

De qué forma calcular tus gastos y el ingreso que deseas tener para ofrecer tarifas competitivas y justas.

El cobro por los servicios suele ser un tema complejo para muchos freelancers, sobre todo para aquellos que recién comienzan y no saben cómo plantearlo a sus potenciales clientes. Casi todos los trabajadores autónomos pasan por un período de “calibración” hasta que comprenden cómo y cuánto pedir con exactitud.

Es que cuando comienzas una carrera de forma independiente, teniendo como objetivo vivir de lo que te gusta e ir aumentando tu cartera de clientes, fijar precios a tu hora o día de trabajo suele ser lo último que quieres hacer, ya que el temor a no conseguir proyectos por “cobrar demasiado” está a la orden del día.

Lo cierto es que hacer un cálculo honesto y real es clave para el bienestar y el desarrollo de tu trabajo. Los valores pueden flexibilizarse después, pero siempre en base a la ganancia neta que precisas para cubrir todos tus gastos y obtener un margen digno de beneficios. Cuanto más te eduques en el tema, más capacidad de negociación tendrás.

Para averiguar el valor real de tu tiempo de trabajo, es necesario que le prestes atención a estos cinco grandes puntos. Haciendo un análisis completo de cada uno de ellos, podrás realizar un estimativo de tu tarifa base:

  1. Horas pagas laborables.
  2. Horas pagas no laborables.
  3. Herramientas de trabajo.
  4. Ganancia y ahorro.
  5. Benchmarking.
  6. Horas pagas laborables

Cuando ofreces tus servicios a un cliente, es posible que te contraten por hora de trabajo, por día o por proyecto. El tarifario es distinto para cada opción, pero la base desde la cual calcularlo es siempre la misma: la cantidad de horas que estás dispuesto a trabajar y los horarios en los que realizarás tus tareas.

Para hacer el cálculo, es necesario que te preguntes cuánto quieres ganar por mes. De momento, sólo plantéate una cifra en donde incluyas todos los gastos que tienes de vivienda, comida, servicios, impuestos y el resto que te gustaría obtener. Luego, conforme vayas leyendo los distintos puntos, podrás ajustarla si algún elemento quedó por fuera.

Tomando un día normal en cualquier oficina, estarías trabajando ocho horas diarias, cinco días a la semana. Pero la realidad es que con un sólo proyecto o cliente no ocuparía toda tu jornada, existirán otros trabajos de corta o larga duración que requerirán de tu tiempo.

Si el contrato es por un tiempo determinado, es preciso que evalúes cuántas horas diarias podrás dedicarle y cuánto tiempo extra podrían demandarte otras tareas relacionadas (reuniones, llamadas, margen para imprevistos). Un buen tip para este tipo de trabajos es cobrar más por urgencia: Si necesitan el servicio ya y estás ocupado, doblar la hora de trabajo estándar puede ser una base interesante para negociar.

Si te solicitan una tarifa por día y ya tienes proyectos en marcha, es un poco más sencillo de calcular, porque sabes cuánto tiempo te demandan las otras tareas y cuánto podrás dedicarle a este nuevo cliente. Si todavía no tienes clientes, el valor de la jornada de ocho horas la obtendrás dividiendo el total que quieres ganar por la cantidad de días del mes.

Otra cuestión clave es definir un horario de atención diario para cada cliente: Es central para evitar llamadas o mensajes de texto constantes y a cualquier momento del día (¡O de la noche!). Si vas a tener reuniones de trabajo que incluyan encuentros en bares o restaurantes, agrega un valor estimado de lo que gastarías por la comida o el café: todo lo que no cobras sale de tu bolsillo.

Horas pagas no laborables

Siguiendo el esquema del punto anterior, la jornada base de trabajo sería de ocho horas diarias repartidas entre tus clientes, cinco días a la semana. ¿Qué sucede con los feriados, los días de enfermedad, las capacitaciones o las vacaciones? No los dejes fuera de la ecuación, después de todo te mereces un respiro o un resguardo si te sientes mal y tiempo para mejorar tus habilidades y certificaciones.

Entonces, al valor mensual que deseas multiplicado por los meses del año, necesitas restarle los fines de semana, los feriados no laborables (más aún si tu trabajo se relaciona con alguna oficina pública o gubernamental), días por enfermedad y por los cursos que tomes y las vacaciones que quieras tener.

Además, debes tener en cuenta el tiempo que pasarás poniendo al día tus impuestos, desarrollando la publicidad de tus servicios y proponerte un resto frente a cualquier imprevisto, como mudanzas o cortes de luz. No son muchos días, pero de todas formas es importante que los cuentes.

Herramientas de trabajo

No se trata sólamente de los softwares pagos que puedas utilizar. También del costo de tu computadora, tu cámara de fotos o tablet, gastos de papelería o de impresión. Si tu empleo demanda que cambies de laptop cada dos años, toma el valor de la tuya y dividela por 24 meses para incluirla en el cálculo. Haz lo mismo con el resto de los instrumentos que utilices.

Si utilizas una oficina también se contempla el valor del alquiler y los servicios, y si trabajas desde casa, el arriendo o hipoteca, junto con lo que pagues de electricidad, agua, gas e impuestos. Después de todo, son los gastos básicos que tienes para vivir, por lo que necesitas que tu trabajo los cubra. Tu salud también entra dentro de las herramientas de trabajo: incluye los gastos de tu seguro médico.

Ganancia y ahorro

No trabajas simplemente para pagar tu alquiler. Lo ideal es que puedas obtener una ganancia mensual que te permita hacer otras cosas que te gustan, salir con tus amigos o hacerte un regalo de vez en cuando.

También es preciso que ahorres un porcentaje de lo que ganas, procurando así una estabilidad financiera y una especie de “seguro” que te permita atravesar los meses difíciles de poco flujo laboral, que sin dudas existirán. ¿Tienes que ajustarte el cinturón para poder ahorrar? No necesariamente, si lo incluyes en tu tarifario base.

Benchmarking

Así se le llama al proceso continuo de analizar qué tipo de servicios ofrecen los colegas de tu misma área de trabajo y a qué precio. La finalidad no es necesariamente competir, sino saber qué rango de valores existen en el mercado para asegurarte de estar cobrando algo lógico.

Dentro de esta práctica, puedes incluir varios precios dependiendo el tipo de cliente que tienes, el capital que posee, la relación laboral que te une y el tiempo que lleva trabajando contigo o solicitando tus servicios.

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Categoría: cuanto cobrar